Entre adicciones y fantasmas: la oscura historia de Ezequiel Cirigliano

La fuerte historia de vida de Ezequiel Cirigliano jamás fue contada con lujos y detalles, pero tras la noticia que sacudió al ambiente del fútbol, llegó la hora de enumerar los hechos que llevaron al ex River a tan triste desenlace. Corría el segundo semestre del 2014 cuando el volante retornó a Núñez luego de su paso por el Hellas Verona y Marcelo Gallardo escribía sus primeras páginas como entrenador del club. No pasó mucho tiempo hasta que adujo “problemas digestivos” y comenzó a ausentarse de los entrenamientos. Primera señal de alerta. Recluido en su vivienda de Caseros, se la pasaba llorando angustiosamente sin motivación para madrugar y ponerse los botines.
El principio de una depresión que lo iba a terminar condenando a equivocarse en terrenos tan turbios como solitarios. Las malas compañías en el barrio lo arrojaron a la tentación de lo fácil y dañino, a la ley del poco esfuerzo. Había dejado de ser aquel proyecto que comparaban con Javier Mascherano, ya no era titular y ni siquiera estaba en nivel como para pelear por un puesto. Los nubarrones mentales lo agobiaron, le fueron carcomiendo la ilusión. Conocedor de las agitadas aguas de la salud mental, Matías Almeyda apeló a contenerlo, escucharlo y generarle pequeños esbozos de alegría cuan ángel de la guarda sucumbido en las tinieblas.
Trató de llevarlo a Banfield cuando asumió, mimarlo desde cerca, no perderle pisada, pero no bastó con su intención. Con la partida del Pelado a Guadalajara, el pibe perdió a una de las pocas personas que lo sostuvo mientras el infierno ardía por dentro. Fue el propio Matías Jesús quien movió fichas en Italia para que Adrián Cirigliano recuperara la libertad que le robaron sus presuntas andanzas con el narcotráfico. Integrante de una familia desmembrada, caótica, frustrada, Ezequiel no supo o no tuvo cómo. De relación estrecha con su progenitor, a quien se aferró incondicionalmente en medio de la tormenta, recibió un duro revés al perderlo en septiembre de 2016 mientras defendía los colores de Atlético Tucumán.
Habían partido juntos rumbo a Estados Unidos cuando River lo cedió en el afán de cortarle los malos hábitos, pero el veredicto empeoró las cosas. Contrariado con el idioma y las costumbres, desató un demonio que se apoderó de su día a día. El alcohol y la droga se tornaron inseparables para vagar sin rumbo donde mandase la ocasión, incansables para hacerlo tropezar apagándole el alma. Casi sin darse cuenta, sin oír la cantidad de alertas que hacían eco, bajó los escalones de la dignidad hasta inmiscuirse en la incertidumbre. Se veía venir, podía terminar peor que tras las rejas.
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Diferentes aristas de un cuento ¿mal? contado tuvieron su porcentaje de responsabilidad. Un dirigente respetuoso y servicial que no entendió la gravedad del asunto, un peso pesado que se desligó y dejó todo en manos del cuerpo médico, un referente de pocas palabras que no quiso meterse en el barro y un ídolo con cada vez menos poder de persuasión. En lo que a profesionales de la psicología respecta, oídos sordos al pedido de auxilio del juvenil: “No perdió masa muscular ni perdió peso, tiene que venir a entrenar”.
¿Pudo River haber hecho algo más por Cirigliano?

En River le quitaron dramatismo al tema Cirigliano y lo empujaron a encerrase entre cuatro paredes junto a su padre (“correcto, predispuesto y siempre atento”, aseguraron fuentes cercanas) y una de sus hermanas, lejos del paradero de su madre (quien apareció el 23 de junio de 2012 para sorprenderlo en el anillo del Monumental) y de la cual no se conocen datos certeros. A esta altura, los laberintos de la depresión habían hecho estragos e iban por más pecados.
El informe psicológico que le entregaron al Muñeco “no arrojaba depresión”, razón por la cual “sobraron” la situación en todo momento y “ni Sandra Rossi pudo hacer algo” durante sus inicios en la institución. Dicho sea de paso, después de tantas alertas, de diversos llamados de atención, milagrosamente no fue otro Morro García.
Los planteles no están preparados para sostener a un compañero con trastornos emocionales, con batallas íntimas por librar. Es un problema de fondo que arranca por la sociedad argentina: idealizar para luego descartar. El fútbol tiene un condimento que es la pasión, una fruta prohibida que todo lo puede con el dedo índice señalando a mansalva. Las tentaciones están a la vista en los jugadores de élite con apenas dos horas diarias de entrenamiento y toda una jornada para despuntar el ocio. El ser humano con más tiempo libre y con más recursos.
Con el correr de las horas apareció Silvia Vaistij, Coordinadora de la Guardia Interdisciplinaria de Salud Mental del Hospital Posadas, quien reveló que Ezequiel es paciente psiquiátrico diagnosticado con esquizofrenia, un trastorno mental grave por el cual las personas interpretan la realidad de manera anormal, oyendo voces que le taladran la cabeza.
La problemática de Cirigliano no fue de infraestructura, que en clubes como River y Boca sobra, sino que refiere a una cuestión de querer ayudar. Una patología de este calibre no es apenas un bajón anímico, es un enemigo silencioso que sabe de treguas. ¿Se podría haber evitado? ¿Por qué la dejaron pasar? ¿Quedarán atrás alguna vez los tabúes en el deporte? La lucha debe comenzar pronto para que no existan más Ciriglianos que le sonrían a lo prohibido y coqueteen con la muerte.